Vive en diferentes montañas vascas. Algunas de esas montañas son éstas: Amboto, Txindoki, Murumendi... Pero la montaña más conocida es la de Amboto, porque se dice que aparece la representación de su rostro.
Mari como diosa que es, premia a los que hacen el bien, pero castiga a los que hacen el mal. Mari, la mayoría de las veces va elegantemente vestida (normalmente de rojo) pero también puede transformarse en animal, en nube o en viento.
Es la reina de la naturaleza, y cuándo está cerca, se avecina una tormenta. Representa la fuerza de la naturaleza, y con sus fuertes poderes mantiene el equilibrio de la fuerza de la naturaleza.
Mari se ha casado con personajes vascos reales. Por ejemplo, se casó con Don Diego López de Haro, el primer rey de Bizkaia. Pero cuando pasaron unos años, se casó con Sugaar, otro personaje mitológico. Con él tuvo dos hijos. Uno de ellos se llamaba Mikelats, la representación del mal y el otro Atarrabi la representación del bien.
Hay que tener en cuenta que Mari es una lamia. Las lamias son sirenes o brujas buenas y se peinan con el peine de oro para tener el pelo suave y así atraer a los hombres. Su consorte es Maju o Sugar, sus asistentes las sorginas, y tiene dos hijos: Mikelatz o Mikelats y Atarrabi o Atagorri, que están siempre enfrentados, una representación paleocristiana del bien y del mal.
Habita en cuevas en diferentes montes, aunque su morada principal se sitúa en la cueva ubicada en la impresionante pared vertical este del Anboto, justo bajo la cumbre.
En estas cuevas recibe a sus fieles, los cuales deben guardar un estricto protocolo:
Se le debe tutear.
Hay que salir de la cueva de la misma forma que se entró.
No hay que sentarse nunca, incluso recibiendo la invitación de hacerlo, mientras se habla con ella.
Mari es la señora de la tierra y los meteoros. Tiene el dominio de las fuerzas del clima y del interior de la tierra. Entre sus misiones esta el castigar la mentira, el robo y el orgullo. De ella vienen los bienes de la tierra y el agua de los manantiales.
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